Autómatas

Autómatas 1024 687 Máquinas de mirar

La palabra autómata procede del griego automatos, que significa “espontáneo o con movimiento propio”. Los primeros autómatas de los que se tiene registro los construyó, en algún momento entre los años 10 al 70, Herón de Alejandría, quien además escribió lo que podría considerarse el primer libro de robótica, Los Autómatas, donde describía sus mecanismos -la mayoría diseñados para el entretenimiento-, como aves que gorjeaban o estatuas que servían vino.

Es ya en el siglo XVII cuando se extendió por toda Europa la obsesión por intentar reproducir lo más fielmente posible la anatomía de los seres vivos. En el siglo XVIII apareció el más increíble creador de autómatas de la historia, Pierre Jaquet-Droz, quien construyó tres autómatas que aún hoy despiertan la fascinación más absoluta: La pianista, una autómata de dos mil quinientas piezas capaz de interpretar de manera real una partitura al órgano con sus propios dedos; El dibujante, de dos mil piezas, un niño capaz de realizar hasta cuatro dibujos diferentes desde el esbozo en lápiz hasta los retoques finales; o el más inaudito de todos, El escritor, un autómata de seis mil piezas capaz de escribir a pluma diferentes textos en inglés y francés siguiendo con su mirada lo que escribe. Los tres autómatas se pueden contemplar en el Musée d’Art et d’Histoire de Neuchâtel en Suiza.
En Japón, que ya entre los siglos XVIII y XIX construía mecanismos de una alta complejidad que se empleaban especialmente en pequeñas obras de teatro. Se les llamaba KARAKURI y reflejaban el amor y la fascinación que el pueblo japonés aún siente por los autómatas.

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